12 de junio de 2013

Colegio "San Vicente Ferrer"



Fundador de las Hijas
de la Sagrada Familia

    José Manyanet i Vives nació en TREMP (Lleida, España) el 7 de enero de 1833. Recibió la ordenación sacerdotal en la Seu d’Urgell el 9 de abril de 1859. Tras doce años de trabajo en la diócesis, al servicio del obispo José Caixal en calidad de familiar, mayordomo, bibliotecario y vicesecretario del Palacio Episcopal, fundó dos Institutos religiosos para imitar y honrar a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias mediante la educación e instrucción católica de la niñez y juventud. En 1864 fundó los Hijos de la Sagrada Familia Jesús María y José y en 1874, las Hijas de la Sagrada Familia que más tarde se llamarían Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. Ambos Institutos iniciaron su apostolado abriendo escuelas, colegios, talleres y otros centros en varias poblaciones de España.
 



María del Pilar Más,
Madre General
   En 1936, con motivo de la Guerra Civil española, las Religiosas Hijas de la Sagrada Familia de Nazareth se vieron obligadas a abandonar Barcerlona y refugiarse en Italia y Portugal; pero deseaban ardientemente volver a España con el fin de prestar su servicio de apostolado en su propia tierra. Por ello la Madre General, María del Pilar Más, escribió desde Roma a distintos Obispos de la zona Nacional, prometiendo que se trasladarían al lugar que primero contestase a su ofrecimiento, pues considerarían que era la "voluntad de Dios" el que fundasen en él.




 
   El primero en hacerlo fue el dominico Fray Albino González y Menéndez-Reigada (en la fotografía de la izquierda), Obispo de Tenerife, quien acudió a varios municipios de la Diócesis, para averiguar dónde podía interesar el trabajo de las religiosas. Fueron Güímar, en la persona de don Domingo Pérez Cáceres, por entonces Deán de la Santa Iglesia Catedral y Cura Encargado de San Pedro de Güímar y San Miguel de Abona, por medio de su párroco don José Víctor Flores Ghobber, los que recibieron con gran entusiasmo el ofrecimiento, poniéndose a disposición del Obispo a fin de facilitar cuantos medios fuesen necesarios para acogerlas; y ambas ofertas se hicieron realidad.

   Una vez recibida la respuesta, las madres Pilar Más y Soledad Cros emprendieron viaje a Canarias desde Génova, al tiempo que enviaban un telegrama a ocho religiosas que estaban en Portugal, comunicándoles que deberían trasladarse inmediatamente a Tenerife. A esta isla llegaron diez religiosas, seis se quedaron en Güímar, donde fundaron el Colegio Santo Domingo, y las otras cuatro restantes se trasladaron a San Miguel de Abona, a donde llegaron el día 12 de Junio de 1937, acompañadas de su superiora general la madre Pilar Más.

   El recibimiento fue impresionante; las calles estaban engalanadas y familias enteras caminaban por ellas hacia la plaza de la iglesia; fue un encuentro emotivo, en el que se sucedieron abrazos, lágrimas y aplausos. Las esperaban las autoridades eclesiásticas y civiles; pasaron luego al templo parroquial, que se encontraba abarrotado de gente que les daba la bienvenida. Se cantó un Te Deum en acción de gracias. Luego fueron acompañadas por todo el pueblo hasta su nueva residencia, que les habían acondicionado y cedido, entre himnos y aclamaciones. Dicho edificio era de dos plantas, con jardín interior y una huerta dedicada a árboles frutales; pertenecía al escritor don Rubén Marichal, quien a su vez lo había recibido de los herederos de don Fidencio. Contaba con varias habitaciones, sala comedor y cocina, y dotada con mobiliario, ropa y comida; también poseía aulas, dotadas con el material necesario, y capilla comunicada por doble puerta a la sala. El mismo día de su llegada se encontraron la mesa prepara para el almuerzo y la cena.

   En días posteriores el pueblo continuó embriagado por un sentimiento de júbilo, motivado por el traslado del Santísimo Sacramento a la capilla del Colegio. Esta inolvidable ceremonia fue presidida por el Obispo Fray Albino, quien se desplazó desde la iglesia de San Miguel Arcángel bajo palio, acompañado por el padre Flores, las religiosas y la mayor parte del pueblo.

En la fotografía el Padre Flores,
párroco de San Miguel de Abona desde 1936 hasta 1942.
 

   Las religiosas que fundaron la primera comunidad en San Miguel, fueron las reverendas madres: Loreto Pascual (superiora), Providencia Lázaro (directora), Assumpta Niell (entregada a la oración), así como la hermana Matilde Masramón (catequista, sacristana y portera). Más tarde, una vez terminada la Guerra, se incorporó a esta comunidad la madre Ángeles Seminago, quien se dedicó a la enseñanza del primer grado de piano y a la de labores artesanales, como bordados.

   En 1944, se dirigieron al Ayuntamiento para que su corporación realizara las gestiones necesarias, encaminadas a la creación de una escuela de primera enseñanza en su convento.

   Para potenciar los estudios superiores de Bachillerato y Magisterio, el pueblo les proporcionó algunos profesores, que se desplazaban al colegio para impartir sus clases, siempre dentro de las escasas posibilidades económicas de la época, aún inmersa en la Guerra Civil y primeros años de la dura Posguerra.

   Las monjas (en la fotografía, y a la izquierda de la misma aparece el padre Rosario) cooperaban siempre en la Liturgia, tanto en la iglesia parroquial como en los barrios. Formaron el coro de Nazaret, que interpretaba diferentes misas, himnos y villancicos. En Corpus, dirigían la confección de alfombras y arcos. Gracias a su firme voluntad, estas cinco religiosas lograron transmitir, a sus alumnos, la ilusión por las fiestas. Componían felicitaciones que presentaban a sus padres; recitaban poemas el día de Navidad,... Los habitantes de San Miguel de Abona quedaron sumamente agradecidos por la labor desarrollada por las nazarenas en este pueblo. Impartieron una cultura esmerada, sin diferencia de clases.
   En el colegio, las alumnas interpretaban autos sacramentales, comedias y sainetes, muchas veces inventados por ellas, asimismo enseñaron gimnasia rítmica con aros y contribuyeron a la celebración de "juegos florales", poco frecuentes en Tenerife por entonces.

   El 12 de octubre de 1946, tras nueve años y cuatro meses de permanencia en San Miguel de Abona, la Congregación clausuró el colegio. Dicha clausura obedeció a la falta de medios económicos.

   A las seis e la mañana, una avispa alertó a las colegialas de su marcha y, a pesar de la hora, se reunieron un grupo para darles el adiós, entre abrazos y lágrimas. Regresaron a Barcelona y, después de instaladas en dicha ciudad, fueron visitadas por ex-alumnas y matrimonios educados por ellas. De su paso por San Miguel se conservan trabajos, labores en relieve, pinturas, recibos de clases...

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